jueves, 14 de junio de 2012

De amores virtuales y hierbas finas (II)

-Hoy, libros, series y cine, la música quedó para otra entrega. Mitad yo y mitad Carlos Sandoval, sólo para torturarte un ratico-.

Es curioso lo que pasa entre nosotros. Hace días me decías que te veías en alguna de mis cartas, mientras yo pensaba y ordenaba tanto que tengo para decirte.

Sí, tienes razón. Soy apasionada al escribir, de otra manera no tendría razón de ser. Todo lo que hago en mi vida se basa en los principios básicos que ya conoces y que, para mí, se resumen en: permitirme explorarme a mí misma para conocerme mejor, aún cuando eso implique enfrentar mis miedos en maneras poco ortodoxas.

Hace unas semanas recuerdo que te pedí que me “trataras como a una quinceañera”. ¿Recuerdas? Hoy conoces muchas de las razones pero no las más importantes, para eso debes saber qué eres para mí en este momento: la posibilidad de vencerme a mí misma.

En mucho tienes razón –aunque no te lo diga al primer intento-. Mucho de mi vida se basó en reglas ortográficas. Si algo me ha caracterizado –y, al parecer, es propio de mi signo- es la capacidad para reinventarme ante las crisis y siempre salir de ellas con una actitud ecuánime. Para muchos, no tengo sentimientos; tú me ves como “una romántica”; para mí, mis sentimientos son intensos pero racionales. ¿La verdad? estoy convencida de que sólo puede hacerte daño aquello a lo que se lo permites.

A diferencia de ti, yo supe muy joven hacia dónde iría y cómo lo haría. Eso también fue una manera de escapar de mi realidad y tomar el camino hacia quien soy, sin importar los sacrificios en el camino. Siempre han habido momentos de debilidad y allí me desahogaba -primero en el papel, luego en el computador- ficcionando historias reales o creando personajes que me permitieran desahogarme y confrontarme a mí misma.

Hoy, tú pareces salido de una de mis historias. Creo que si me hubiera propuesto imaginarte no habría podido crearte tal como eres. Por eso es que defiendo que nada ocurre al azar. Todo ocurre por una razón, aunque la comprendamos con el paso del tiempo. Para ilustrar este punto me gusta mucho una frase de Alejandro Dumás Hijo en La Dama de las Camelias –una de mis novelas “románticas” favoritas-:

Don Armando -Las respuestas que uno más espera, siempre llegan cuando uno no está en casa.

En la novela, la frase se refiere a una carta que trae noticias sobre la salud de Margarita –la protagonista-. En medio de su desesperación, Armando decide no esperar más por la carta y viaja a Paris a verla. Cuando llega a la casa de ella, la están rematando porque había muerto meses antes y también recibe una carta de su casa donde le dicen que había muerto. Un juego del gato y el ratón que bien se aplica a mucho de lo que no entendemos en la vida. Las respuestas siempre llegan, sólo debemos ser lo suficientemente sabios para esperarlas y aceptarlas.

En este momento, puedo inferir una contundente lista de unas 15 razones –por lo menos- por las cuales tú entraste a mi vida. Racionales o místicas –sí, también he tenido visiones al respecto- todo lo que viene a mi mente podría ser tema para muchos análisis en conjunto que no estoy dispuesta a afrontar ya, por una muy simple y sencilla razón: prefiero dejárselo al tiempo. Acá, bien cabría otra frase de otra novela que me gusta mucho (Richard Bach en Puente al Infinito):

"No decidir es mejor que decidir mal".

Este contexto no lo explico a profundidad, pero digamos que es un razonamiento básico para justificar la burocracia en las instituciones públicas. La realidad es que mucho de eso es lo que me ha llevado a seguir aquí, contigo: prefiero no decidir que decidir mal.

Cuando miro atrás, me parece que desde el primer momento era inevitable que nuestra historia tomara este camino –¡Ah! Creo que no sabes que buena parte de mis estudios están orientados a las estructuras narrativas literarias-. Pues sí, de lo poco que recuerdo, en nuestros primeros días ya se veía por donde saltaría la liebre.

Lo bueno es que no lo vi a tiempo porque seguramente habría desviado la historia. Si ésta fuera una película completamente predecible, la habría dejado de ver a los 15 minutos; o estaría sentada esperando al final, sin involucrarme mucho, para decir: ¡lo sabía! –mucho de lo que me pasa con las novelas de Leonardo Padrón-.

Pero no, la retrospectiva sólo me dice que ¡Llegaste en el momento justo para conseguir ese único “soft spot” en mi universo y entrar en mí! Justo cuando abandoné las reglas y me permití mimetizarme con el entorno.

En sus inicios –por allá en el 2003- Bruja_Real nació como un escape y un escudo. Era mi alter ego en pleno, todo lo que yo no me permitía ser -dentro de una vida muy rígida-. Con el paso del tiempo, mucho explorarme y confrontarme, descubrí que yo era más ella y decidí adoptarla como parte de mí. Por eso hoy todo lo que es de ella está también conectado a Karlahe –mi más usado sobrenombre familiar-. Hoy me siento más bruja que Kárlah pero también Kárlah siempre fue bruja, así que los bordes siguen estando borrosos: - What you see is what you get!

Si me tocara definir nuestra relación, diría que somos una viva metáfora de UNO -otra novela de Richard Bach-. En resumidas cuentas, tú formas parte de mí tanto como yo de ti. En nuestras vidas separadas y tan lejanas hemos acumulado conocimientos y experiencias tan similares como si representáramos al mismo personaje en la distancia. Somos tan iguales y tan diferentes que sólo podría explicarlo como esas versiones de un mismo "yo" que se desvían con cada una de nuestras decisiones –metáfora que también está presente en Fringe-.

Hace un momento, cuando pensaba todo lo que quería decirte, me preguntaba: ¿Se lo digo a él o esta terminará siendo una carta para algún “yo” alternativo –pasado o futuro-. Y siento que es lo mismo. Sigues siendo una fantasía para mí. Por mucho que recuerde la profundidad de tu mirada o el calor de tus brazos, toda nuestra historia parece salida de cuento. Aunque tú no creas en la magia, esto sólo se lo puedo atribuir a ella. A ver, ¿Cuáles eran las probabilidades? No necesito muchas ecuaciones estadísticas para saber que hemos estado, ambos, influenciados por millones de micro-decisiones "insignificantes" que habrían cambiado drásticamente el rumbo de esta historia: seguirnos, leernos, respondernos, romper la barrera del 2.0 y sobrevivir en el intento, conectarnos, conocernos… ¡y para de contar!

Y aquí estamos, escribiendo una nueva historia ficticia que tiene más realidad que nada de lo que haya vivido hasta ahora. Sí, es ficticia y debe serlo siempre –es parte del contrato-. Sólo existe en un universo que es real cuando está habitado por los dos personajes, sin los personajes es una idea tirada al viento. ¡Y así ha de ser siempre! Sobre todo, porque no creo que sobreviva al contacto con el oxígeno del mundo real.

Debo reconocer que, premeditado o no, supiste cómo entrar en mí. De todas las relaciones que he tenido en la vida, de muy pocas puedo decir que no fueron racionalizadas antes de nacer: tú eres una de ellas. Es decir, me gustas porque me gustas. Así de llano y sin razonamientos. No me gustas porque “eres el tipo adecuado para mí”, ni porque “necesito alguien como tú en mi vida”. Me gustas porque no hay razones, simplemente porque sí.

Es muy cierto que para mí es difícil conseguir alguien con quien hablar, sin tener que “dosificar” quien soy para mantener la relación en un nivel “socialmente aceptable”. Para mí es usual estar rodeada de personas que se sienten intimidadas por mí o que juzgan negativamente las cosas que me interesan; entonces, siempre he estado en un nivel oculto y cómodo para todos. Contigo no, no necesito que apruebes o compartas mis locuras, el hecho de que las aceptes es suficiente; que me sigas la corriente es un plus.

Estar contigo es como estar con mis mejores amigos, esos que me conocen hace más de 15 años y a los únicos que siempre les he dejado ver quién soy. La diferencia es que contigo es más íntimo. Desde el principio, aquella vez que te pregunté: ¿por qué me escribiste? Ya lo sentía así. Fue la primera vez que hablamos y ya había una conexión. Mi pregunta era sólo para que mostraras las costuras y me dieras una razón contundente para rebotarte. Pero no, supiste hacer todo de la manera perfecta para que no usara mi escudo contigo y, a estas alturas, mi escudo está levantado y fuerte pero nos protege a los dos. Como te he dicho, soy chapada a la antigua: creo en el valor de la palabra.

Sentir que me aceptas y que me valoras –geek, sabelotodo, medio sorda y con gustos medio masculinos- es suficiente para que yo quiera darte lo mejor de mí. Allí encontrarás la respuesta al viaje, como me dices frecuentemente: ¿por qué no? Como ambos sabemos, las circunstancias están claras. Hay límites que no se deben pasar y que, lejos de ser una limitación, para mí son la razón de la libertad que experimentamos juntos.

Fíjate, somos una idea manifestada en miles de realidades conocidas y seguramente conoceremos otras en el futuro. Tú no tuviste dudas, yo sí: dudas, miedo… Pero tú me haces querer confrontarme, querer olvidar principios y reglas ortográficas –aunque salir de lo conocido siempre es atemorizante-. Me devuelves a mi lado científico experimental y eso es todo lo que quiero contigo.

También tienes razón en que nos hemos quitado unos cuantos años de encima por estar juntos. Nada físico, por cierto. El susto de saber que te vería –incluyendo tu aderezo dramático del primer día-, la emoción de sentir tu mirada sobre mí, verte brillar a mi lado sin siquiera tocarme, son cosas que sólo sentí una vez en mi adolescencia.

Por eso no me da miedo seguir contigo. Por eso quiero seguir explorando nuestros límites. Por eso he disfrutado cada letra, cada palabra, cada mirada, cada gesto, cada caricia y están todos grabadas muy dentro de mi mente y mi corazón.

Esa noche, por primera vez en mi vida, me sentí unida a alguien; me sentí una contigo. Como si algo más nos conectara. Lo que era sólo una idea, tomó forma humana y parecía un producto de la combinación de mis sueños de niña y mis fantasías de mujer. Desde el mismo momento en que nuestras miradas se cruzaron por primera vez, el resto del mundo desapareció. Anoche te lo dije, siento que pasamos unas 8 horas dentro de una burbuja de medio metro de radio y fuera de allí no existía nada –aunque eso lo has logrado en todas nuestras conversaciones-.

En este mismo momento trato de conseguir palabras que describan lo que sentí y no las encuentro. Por más que repaso cada segundo de tu compañía en mi mente, sólo logro conseguir que mis ojos se humedezcan. Revivo las sensaciones y me quedo sin palabras, me abruman, se me atoran en el cerebro y ni mi lengua ni mis dedos las logran traducir y expresar. Eres una maravillosa aventura, un Viaje al Centro de La Tierra –muy al centro de mí misma- y lo mejor es que no siento la necesidad de preguntar qué sientes tú.

Todo esto es sólo para que entiendas que no quiero ni necesito que me frenes. Si lo haces, romperías la razón de ser de esta fantasía. Lo único que te pido es que aceptes –que sigas aceptando- mi locura, como en la película:

"You don’t have to understand me. You just have to let it happen (…) Do you want to be my november?"

No hay comentarios:

Publicar un comentario