domingo, 11 de marzo de 2012

Más que un momento de inspiración, vestigios de otra yo...


Dedicado a ti que, para mí, eres todo el amor que me acompañará en esta vida. Un amor que sólo tú y yo conocemos, comprendemos y compartimos.

Si, el momento de inspiración me duró más allá de escribir la respuesta al mensaje de Nancy. Quienes me conocen desde hace mucho, muy posiblemente pensarán que éste es mi estado natural. Para los que me conocen desde hace poco, posiblemente se preguntarán: -¿Que tú, qué?- y todos los intermedios, puede que estén de acuerdo con Jorge Pestón en compararme con aquellos caramelos de los 90’s llamados Aciditos (muy ácidos por fuera pero con un centro en extremo dulce). A la final, puede que todos tengan la razón o tal vez ninguno. El paso por esta vida enseña a cada quien lo imposible que es llegarnos a conocer completamente, pues el ser humano vive cambiando, reinventándose, muriendo y, en cada intento, renaciendo como el Fénix.

En honor a la mal llamada "semana del amor", mal llamada por lo que le dije a Nancy en el muro: El día del amor debería ser los 365 días del año; mi lado reflexivo despertó a mi lado sentimental (que, demás está decir, ha tenido un sueño algo liviano, últimamente) y me senté a reflexionar en torno a lo que el amor es. Ese correo de Ricardo, con esa frase tan particular, me dejó pensando desde que lo leí. A continuación, mis reflexiones:

"El amor no se trata de encontrar a alguien con quien vivir, se trata de encontrar a alguien con quien no puedes dejar de vivir"

En líneas generales, más allá de lo que cada individuo pueda plantearse como meta de vida, yo estoy convencida de que la razón por la cual el ser humano está y permanece en la tierra es para aprender sobre el amor. La razón de su permanencia aquí radica en el hecho de que llamamos amor a muchas cosas distintas que, si bien pueden formar parte del amor, no llegan a representarlo en toda su magnitud. A menudo vemos parejas constituirse y mantenerse por conveniencia, costumbre o compromiso. Todos, disfrazados de miles de razones completamente válidas que sólo generan un par de individuos decididos a luchar y permanecer en algo que en sí, no debería representar una lucha. Hombres frustrados que ven en cualquier mujer (menos en su pareja) a la más ideal de las mujeres. Mujeres que llenan su vida de angustias y reclamos ante un esposo ausente (ausente de esencia, de espíritu, puede que no tanto de cuerpo). En fin, parejas que, para los de afuera, sencillamente son disparejas.

En este momento, a la mitad del camino que podría ser toda mi vida, creo haber tenido la oportunidad de conocer varios de esos "tipos de amor" que solemos experimentar los seres humanos. No soy quién para decir cuál es el verdadero amor, ni para juzgar el amor que otros hayan podido sentir. Sin embargo, tengo suficiente autoridad para establecer y exigir el tipo de amor que quisiera recibir y el que estoy dispuesta a dar.

En algún momento pensé (o sentí) que el amor nacía entre dos personas que se gustaban y que sabían que podían estar juntas; pues, no. También sentí que bastaba con que una de ellas (no precisamente yo) estuviera convencida de la relación para que ésta funcionara; pues, tampoco. ¿El resultado? Varios años hermosos compartidos y llenos de desdicha y frustración que, para ambos, se mezclaban con alegría y felicidad. Y no, no es que no te amara. Es obvio que durante ese tiempo yo misma estaba convencida de que lo que había entre nosotros era amor, del más puro y eterno, pero no. Entre nosotros hubo muchas otras cosas: pasión, locura, camaradería en extremo, niños jugando a ser gente grande -vaya que tu mamá tenía razón- Fuimos mucho de compartir los sueños y de retarnos a hacerlos realidad, hasta que la realidad nos golpeó la cara: no éramos lo que el otro quería. Y hoy, cada quién ha seguido su camino en torno a los sueños que primero quiso cumplir.

Más adelante, llegué a pensar que para el amor bastaba el apoyo y la solidaridad. Y es así, como de una relación ligera que nació por el simple disfrute de estar con alguien con quien tienes mil cosas en común, nació un compromiso más pesado que un elefante (lo que me hizo comprender el dicho: “pesa más que matrimonio obligado”). Y llegué a estar convencida de que contigo era con quien debía estar, sobre todo, porque eras alguien con quien podía vivir. A eso se le sumaba la obligación (si, por favor, no me regañes por usar esta palabra) resultante de haber estado ahí en el momento y lugar equivocados. ¿Equivocados por qué? Pues, por haber tenido tantos momentos duros (al extremo) que compartir. Puede que entre nosotros haya habido mucho de lo que compone el amor (pasión, sí, la hubo; apoyo, mucho; comprensión, más de lo habitual; comodidad, más de lo que muchos mortales pueden llegar a soñar) pero nos faltó algo. Un componente primordial: ¡El respeto, mutuo! A menudo nos vimos obligados, amarrados a la relación, valorándola tú por la confianza que tenías en mí y yo por la que confianza que quería que me tuvieras (porque la que yo te tuve sabemos que se perdió pronto). En fin, encerrados en una espiral que parecía más un círculo, en pro de mantener lo que para todos parece correcto. Pues no. Eso tampoco es amor.

Ahora, con la mente fría y el corazón tranquilo puedo pensar con claridad y reflexionar en torno a la, ya famosa, frase: "No es encontrar a alguien con quien vivir, es encontrar a alguien con quien no puedes dejar de vivir". Los más textuales dirán: eso es dependencia y el amor, tampoco es eso. Pues no, mis queridos amigos. Hoy sé que en este mundo puede haber alguien de quien no dependas y con quien no puedes dejar de vivir. ¿Cómo es eso? Pues simple:

Mirando atrás, como he tenido que hacerlo para sentarme a escribir esto, me doy cuenta de que yo ya cumplí con mi misión en esta vida (partiendo de la premisa por la cual comencé a escribir). Sí, ese amor eterno y total que nos cuentan las novelas rosa y uno que otro escritor-filósofo, yo ya lo viví y lo seguiré viviendo hasta el final de mis días (gracias a Dios). Porque en su raíz, el amor es energía y la energía no se destruye, se transforma. Entonces, el amor no se acaba (si se acaba, no es amor). Se transforma y, para uno que otro osado (como tú y como yo) podemos seguirlo llamando amor, sin que por eso implique una relación con un componente sexual entre los dos.

¿Por qué digo esto? Porque es la semana del amor: honor a quien honor merece. Hoy en día, puedo decir que es poco lo que recuerdo de mi vida antes de ti. Sí, aunque me maten por lo que voy a decir. Omar una vez me escribió algo en una tarjeta que (no recuerdo la frase exacta) decía algo así como que una vez hubo un hombre tan importante que dividió la historia de la humanidad en antes y después de él (la frase se refería a Dios). Obvio que él me dedicó esa frase y creo que no es hasta ahora que la comprendo realmente en toda su magnitud (por cierto, ¡gracias, Omar!). Si, recuerdo mucho de lo que viví antes de conocerte, pero mejor recuerdo lo que compartiste conmigo y lo que me ayudaste a superar.

Recuerdo lo que compartimos y cómo nuestra relación (con los tropiezos) es y sigue siendo de conocernos y ayudarnos a conocernos. Ir creciendo, cada quien a su ritmo y a su modo. Juntos, revueltos, separados, juntos otra vez, cada quien en su propio mundo Tu presencia en mi vida me ha demostrado lo que es la verdadera compañía (nunca más me he sentido sola). Cómo, aún cuando saliste de mi vida, toda mi vida tenía que ver contigo. Sí, lo sabes, no hubo un momento en el que yo no pensara en ti. Aún hoy, eres mi "dato estable" (para quienes saben lo que es eso), mi contacto con la realidad, mi verdadero hogar. La única persona que creo capaz de aceptarme y no juzgarme, como siempre ha sido entre los dos. El único desquiciado que comprende estos conceptos con el significante exacto que yo les doy. Sin preguntas, ni malentendidos. Porque fuimos y hemos sido todo lo que necesita el amor: amigos, amantes, compañeros, camaradas. Porque nuestra relación siempre se basó en eso: amor (confianza, respeto, cariño, aceptación, apoyo y todo lo que ya hemos hablado).

Por todo esto y para los que no lo saben: todos podemos encontrar el amor. Lo que debemos evitar es encasillarlo en la forma de "mi pareja". Sí, el ideal sería que encontráramos el amor en nuestra pareja pero, a veces, el tiempo y otros factores juegan en contra de esto. No siempre los astros están alineados a nuestro favor o, peor aún, nos encargamos, con nuestros errores, de hacer imperfecto el tiempo de Dios. La idea, al final del camino, es aprender y yo, a tu lado, he aprendido más de lo que habría imaginado: he aprendido a no comparar, a valorar lo que quiero y a no aceptar menos por lo que estoy dispuesta a dar y, sobre todo, he aprendido a que mi pareja me puede dar tanto o más de lo que he recibido de ti, sin que eso cambie la naturaleza de nuestra relación.

A la final, gracias por estar y permanecer en mi vida. Más aún, gracias por ser esa otra mitad de este garabato extraño que soy para la mayoría de la gente. Gracias por compartirlo y por comprenderlo, porque sé que no vas a preguntar si esto se refiere a ti y porque también sé que conoces, mejor que yo, cada uno de los motivos que me llevaron a escribirlo. ¡Gracias por ser el mejor amigo que he podido tener en esta vida y en todas las anteriores! Por que lo que es completamente cierto es que:

- The heart has its reasons in wich reason knows nothing". Blaise Pascal

No hay comentarios:

Publicar un comentario