Hace más de una semana que dije que te escribiría y no lo
había hecho. Tuvimos que “sentarnos a hablar hoy” para que yo agarrar fuerzas
para poner en blanco y negro todas las cosas que han venido a mi mente, respecto
a ti. Ojo, te va a tocar leerlo en mis términos si quieres hacerlo...
El miércoles pasado venía de Caracas, tarde… Se me hizo de
noche antes de salir de la ciudad entre lluvia, colas y accidentes. He
descubierto que la mejor catarsis para mi loco cerebro está detrás del volante,
sin importar las condiciones. Concentrada en la carretera y en mis listas de
reproducción de lo que yo llamo “buena música”, me descubrí pensando en ti…
Para variar, no puedo poner “play” a la película y relatarte
de cabo a rabo el tiempo que compartimos, pero sí me siento obligada a dejar
por escrito lo que recuerdo antes de que venga una ola y se lo vuelva a llevar
lejos… Sí, no es memoria selectiva (auque puede que haya un poco de eso). Mi
cerebro es un niño malcriado y caprichoso que atesora y olvida hechos, cosas, personas
a su antojo.
Siempre supe que tenía la capacidad para bloquear aquello
que me hacía daño. Fue un recurso muy valioso en momentos duros de mi vida, que
no vienen al caso… El asunto se me complicó cuando me dí cuenta de que los
caprichos de mi cerebro llegaron a bloquear otras emociones que sí, podían
derivarse en dolor de alguna manera, aunque no fuera su razón primordial.
¿Te recuerdo? Sí, con una sonrisa amplia y permanente; lleno
de conocimientos, tan cercano a mucho de lo que amo, con esa visión sarcástica
de casi cualquier cosa que tanto extrañaba (extraño) en mí… Y es que llegaste a
mi vida en un momento en que me sentía completamente perdida.
Mi reposo fueron 9 meses de lucha constante entre lo que soy
y lo que quiero y lo que los demás quieren que sea…! Según los médicos, lo que
soy me mataría; según yo, ser algo distinto también lo haría. Después de largas
batallas casi triunfé y volví a lo mío, con mi gente, llena de dudas y temores
que luego me llevaron a buscar otros rumbos.
Sentía que aprendía de nuevo a caminar. Todo era familiar y
desconocido para mi. Mi oficina, mis amigos, eran iguales pero diferentes…
También había caras nuevas, entre esas la tuya. Tan cercano a mis amigos, tan
uno más de nosotros y yo sintiédome paracaidista, tan recién llegada.
Y la bruja, tan bella… Hasta el día de hoy es “patria o muerte” (sin implicaciones políticas). Tan
pendiente, tan allí, tan despeinda… Tan mi cable a una tierra familiar y segura,
como creo que yo fui el suyo… Y dispuesta a devolverme el lugar que una vez
ocupé.
Fue ella la que nos juntó. Recuerdo que la primera vez que
hablamos dijiste que yo era “la famosa” de tanto que la bruja me nombraba en mi
ausencia (apuesto a que tú no recuerdas esto). Y es que ella y yo nos concíamos
de antes, en casa tengo al menos 3 trabajos de cuando peleábamos 5 contra el
resto del salón (incluída la profesora) en las clases de Semiología. Difícil
olvidar cosas así.
Entre cassettes, fechas que no recordamos y materiales que
terminar de editar, coincidiamos con cierta frecuencia tú y yo, la bruja
también. Sí, en el ambiente hostil que solía ser nuestra oficina no era difícil
querer ir al otro lado del edificio a matar el tiempo destrozando a MAR o al
resto del mundo contigo. Aparte, no recordaré temas específicos pero sí que
hubo muchas buenas conversaciones compartidas entre los tres.
Hasta hace algunos meses, lo que más recordaba de ti era la
facilidad con la que perdías la paciencia con mi memoria pero no recordaba por
qué específicamente. Sé que por trabajo no era porque esa es la única área que,
afortunadamente para mi, no ha sido afectada.
Hace un mes recordé por qué pero sin detalles. La semana
pasada recordé algunos de los detalles.
Bastó que Endora viajara a verte para que mil alarmas se
activaran en mi mente [benditas redes sociales (que tanto me han ayudado)]. Paralelamente,
decidiste hacer de mis publicaciones #LaHoraPicante y hemos estado más en
contacto que nunca desde que dejé el canal. Una frase recurrente en mí cuando
mi cerebro se activa es que “me predieron una licuadora en el cerebro” y eso
pasó cuando los supe juntos en tu tierra adoptiva. Y me decía: dos partes tan
lejanas de mi vida, una de la otra, están juntos ¿por qué?
Y así pensé y pensé y esperé hasta ver que mi cerebro no
ataba cabos. Tú y yo habíamos estado tan distantes que no me atreví a
preguntarte. ¡Menos mal! Hoy siento que me habrías cortado la cabeza…
Así, apenas pude le pregunté a Endora en el tono más
chismoso posible. Muy vagamente me habló del congreso y de todo el tiempo que
han sido amigos… Y allí comprendí. La licuadora me produjo náuseas. Lo
siguiente que recibió de mi fueron monosílabos hasta que dejamos de hablar.
Yo ya no coordinaba para continuar la conversación. Sólo recordaba
tus gestos de frustración con mi memoria. Distintos días, distintos lugares y
la misma conclusión: no te acuerdas porque no te da la gana. Y aún no entendía.
Supongo que el frío, mezclado con la oscuridad de la
carretera y la abosluta soledad del miércoles pasado fueron los detonantes para
que recordara más. Allí pude verlos, a ti y a la bruja, contándome cosas de mi
propia vida que me eran ajenas. Recuerdo más las sensaciones que hechos
puntuales, pero ella te decía: ¡Claro que lo conoce, pero no se acuerda! Y tú
me decías a mi: ¡Recuerdas a los otros dos pero no a él! ¡Si eran los 3
mosqueteros! Y te paraste de la silla y te fuiste muy bravo conmigo.
Recuerdo otro momento en que me dijiste: le pregunté a él
por ti y sí te conoce; dice que sí son amigos. Y yo me quedé con mi gran mirada
perdida sin saber aún de qué me hablabas. Tuve que llegar a casa y consultar
con el que en ese momento era mi novio.
Él también había estudiado conmigo y si me conocían a mi, él debía saber…
Y pues sí, tuvo la paciencia y sabiduría para que mi mente
funcionara. Recuerdo que, tan pronto te ví, te dije: ¡Claro que sí! ¡Ya sé de
quién me hablas! Pero seguía (y puede que en mucho, siga) siendo un recuerdo
vago en mi mente. El negro logró llenar
el espacio vacío del tercer mosquetero pero aún era una persona ajena para mi y
tú no lo entendías.
Ojo, ¡no te culpo! Fue hasta muuucho tiempo después cuando
logré reconocerlo como parte de mi vida y, aún así, seguía siendo ajeno. Aún me
sorprendo cuando escucho historias que nos involucran tan cercanos y yo sólo lo
recuerdo como un “pana de pasillo”, como le he dicho a él mismo tantas veces
(hoy, con mucha vergüenza).
Con lo que yo sé de mí hoy, hasta a mi misma me da rabia y
frustración no poder recordar. Pero no es mucho lo que puedo hacer. Hoy por
hoy, ya tú habrás olvidado esas historias que me contabas en el canal tratando
de hacerme recordar. Muy posiblemente todo mi relato sea ajeno para ti pero,
como te dije hace un rato, esta es mi única opción: Aferrarme a los recuerdos
que recupero para no volverlos a perder.
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