martes, 1 de mayo de 2012

A mi barquisimetido / gauchito reencauchado

Hace más de una semana que dije que te escribiría y no lo había hecho. Tuvimos que “sentarnos a hablar hoy” para que yo agarrar fuerzas para poner en blanco y negro todas las cosas que han venido a mi mente, respecto a ti. Ojo, te va a tocar leerlo en mis términos si quieres hacerlo...

El miércoles pasado venía de Caracas, tarde… Se me hizo de noche antes de salir de la ciudad entre lluvia, colas y accidentes. He descubierto que la mejor catarsis para mi loco cerebro está detrás del volante, sin importar las condiciones. Concentrada en la carretera y en mis listas de reproducción de lo que yo llamo “buena música”, me descubrí pensando en ti…

Para variar, no puedo poner “play” a la película y relatarte de cabo a rabo el tiempo que compartimos, pero sí me siento obligada a dejar por escrito lo que recuerdo antes de que venga una ola y se lo vuelva a llevar lejos… Sí, no es memoria selectiva (auque puede que haya un poco de eso). Mi cerebro es un niño malcriado y caprichoso que atesora y olvida hechos, cosas, personas a su antojo.

Siempre supe que tenía la capacidad para bloquear aquello que me hacía daño. Fue un recurso muy valioso en momentos duros de mi vida, que no vienen al caso… El asunto se me complicó cuando me dí cuenta de que los caprichos de mi cerebro llegaron a bloquear otras emociones que sí, podían derivarse en dolor de alguna manera, aunque no fuera su razón primordial.

¿Te recuerdo? Sí, con una sonrisa amplia y permanente; lleno de conocimientos, tan cercano a mucho de lo que amo, con esa visión sarcástica de casi cualquier cosa que tanto extrañaba (extraño) en mí… Y es que llegaste a mi vida en un momento en que me sentía completamente perdida.

Mi reposo fueron 9 meses de lucha constante entre lo que soy y lo que quiero y lo que los demás quieren que sea…! Según los médicos, lo que soy me mataría; según yo, ser algo distinto también lo haría. Después de largas batallas casi triunfé y volví a lo mío, con mi gente, llena de dudas y temores que luego me llevaron a buscar otros rumbos.

Sentía que aprendía de nuevo a caminar. Todo era familiar y desconocido para mi. Mi oficina, mis amigos, eran iguales pero diferentes… También había caras nuevas, entre esas la tuya. Tan cercano a mis amigos, tan uno más de nosotros y yo sintiédome paracaidista, tan recién llegada.

Y la bruja, tan bella… Hasta el día de hoy es “patria o  muerte” (sin implicaciones políticas). Tan pendiente, tan allí, tan despeinda… Tan mi cable a una tierra familiar y segura, como creo que yo fui el suyo… Y dispuesta a devolverme el lugar que una vez ocupé.

Fue ella la que nos juntó. Recuerdo que la primera vez que hablamos dijiste que yo era “la famosa” de tanto que la bruja me nombraba en mi ausencia (apuesto a que tú no recuerdas esto). Y es que ella y yo nos concíamos de antes, en casa tengo al menos 3 trabajos de cuando peleábamos 5 contra el resto del salón (incluída la profesora) en las clases de Semiología. Difícil olvidar cosas así.

Entre cassettes, fechas que no recordamos y materiales que terminar de editar, coincidiamos con cierta frecuencia tú y yo, la bruja también. Sí, en el ambiente hostil que solía ser nuestra oficina no era difícil querer ir al otro lado del edificio a matar el tiempo destrozando a MAR o al resto del mundo contigo. Aparte, no recordaré temas específicos pero sí que hubo muchas buenas conversaciones compartidas entre los tres.

Hasta hace algunos meses, lo que más recordaba de ti era la facilidad con la que perdías la paciencia con mi memoria pero no recordaba por qué específicamente. Sé que por trabajo no era porque esa es la única área que, afortunadamente para mi, no ha sido afectada.

Hace un mes recordé por qué pero sin detalles. La semana pasada recordé algunos de los detalles.

Bastó que Endora viajara a verte para que mil alarmas se activaran en mi mente [benditas redes sociales (que tanto me han ayudado)]. Paralelamente, decidiste hacer de mis publicaciones #LaHoraPicante y hemos estado más en contacto que nunca desde que dejé el canal. Una frase recurrente en mí cuando mi cerebro se activa es que “me predieron una licuadora en el cerebro” y eso pasó cuando los supe juntos en tu tierra adoptiva. Y me decía: dos partes tan lejanas de mi vida, una de la otra, están juntos ¿por qué?

Y así pensé y pensé y esperé hasta ver que mi cerebro no ataba cabos. Tú y yo habíamos estado tan distantes que no me atreví a preguntarte. ¡Menos mal! Hoy siento que me habrías cortado la cabeza…

Así, apenas pude le pregunté a Endora en el tono más chismoso posible. Muy vagamente me habló del congreso y de todo el tiempo que han sido amigos… Y allí comprendí. La licuadora me produjo náuseas. Lo siguiente que recibió de mi fueron monosílabos hasta que dejamos de hablar.

Yo ya no coordinaba para continuar la conversación. Sólo recordaba tus gestos de frustración con mi memoria. Distintos días, distintos lugares y la misma conclusión: no te acuerdas porque no te da la gana. Y aún no entendía.

Supongo que el frío, mezclado con la oscuridad de la carretera y la abosluta soledad del miércoles pasado fueron los detonantes para que recordara más. Allí pude verlos, a ti y a la bruja, contándome cosas de mi propia vida que me eran ajenas. Recuerdo más las sensaciones que hechos puntuales, pero ella te decía: ¡Claro que lo conoce, pero no se acuerda! Y tú me decías a mi: ¡Recuerdas a los otros dos pero no a él! ¡Si eran los 3 mosqueteros! Y te paraste de la silla y te fuiste muy bravo conmigo.

Recuerdo otro momento en que me dijiste: le pregunté a él por ti y sí te conoce; dice que sí son amigos. Y yo me quedé con mi gran mirada perdida sin saber aún de qué me hablabas. Tuve que llegar a casa y consultar con el que en ese momento era mi novio. Él también había estudiado conmigo y si me conocían a mi, él debía saber…

Y pues sí, tuvo la paciencia y sabiduría para que mi mente funcionara. Recuerdo que, tan pronto te ví, te dije: ¡Claro que sí! ¡Ya sé de quién me hablas! Pero seguía (y puede que en mucho, siga) siendo un recuerdo vago en mi  mente. El negro logró llenar el espacio vacío del tercer mosquetero pero aún era una persona ajena para mi y tú no lo entendías.

Ojo, ¡no te culpo! Fue hasta muuucho tiempo después cuando logré reconocerlo como parte de mi vida y, aún así, seguía siendo ajeno. Aún me sorprendo cuando escucho historias que nos involucran tan cercanos y yo sólo lo recuerdo como un “pana de pasillo”, como le he dicho a él mismo tantas veces (hoy, con mucha vergüenza).

Con lo que yo sé de mí hoy, hasta a mi misma me da rabia y frustración no poder recordar. Pero no es mucho lo que puedo hacer. Hoy por hoy, ya tú habrás olvidado esas historias que me contabas en el canal tratando de hacerme recordar. Muy posiblemente todo mi relato sea ajeno para ti pero, como te dije hace un rato, esta es mi única opción: Aferrarme a los recuerdos que recupero para no volverlos a perder.

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