lunes, 7 de mayo de 2012

Al hombre en mis sueños

¡que no es el hombre de mis sueños
ni mi príncipe azul…!

¡Qué fácil es acostumbrarse a lo que nos hace sentir bien! ¡Qué fácil es voltear la mirada a otro lado para ignorar lo importante mientras disfrutamos de un placer robado!

He empezado a extrañarte en mi día a día. Ya no sé si es a tí a quien he escrito toda la vida. Hoy recuerdo todos mis momentos, sola, frente al cuaderno o al computador, y todos parecen parte de una extraña película dedicada a contarte quién soy. Estas semanas fueron un pedazo robado del cielo. Lo dije muchas veces: se siente como volver al lugar al que pertenezco. No entiendo cómo no lo pude ver antes.

Hoy mi vida es un completo recuerdo borroso. Hay partes muy claras, con detalles impresionantes: olores, colores, sensaciones, temperaturas. Recuerdo bien quién soy y lo que me gusta, lo que siempre me gustó. Pero sobre tí no hay nada. Sé que has estado en mi vida por largo tiempo y apenas puedo recordarte como una sombra en algunos momentos.

¿Qué nos pasó? Esa es una respuesta que sólo podremos encontrar juntos. Yo quiero justificarme pero sólo puedo hacerlo ante otros. Muy dentro de mí, sé que mi pérdida de memoria no tiene que ver con haberte olvidado y me duele saber que pude haberle dado la espalda a alguien que me conoce muy bien.

En este momento, todo lo que soy y lo que creí tiene tu rostro. Te paras frente a mí para abofetearme con muchas de las decisiones que tomé en mi vida. Me haces cuestionarme a mí misma con base en mis propios principios, sí, esos a los que también le dí la espalda mucho tiempo, y lo único que está claro es que siempre estuviste junto a mí.

He pasado la vida buscándote y siempre supe donde estarías. Eso me cuesta aceptarlo. Verte ahí, al alcance de mi mano en el que siempre fue mi sitio seguro, hoy me hace sentir impotente (Siento que esto te lo dije o te lo escribí en otro momento, pero no lo recuerdo realmente).

No puedo recordar un solo segundo de mi vida en el que no te haya soñado, en el que no haya deseado con todas las fuerzas de mi cuerpo y de mi alma tropezarme contigo en una calle. Tanto pedirle a Dios que cruzara nuestros caminos y siempre estuviste ahí, inadvertido.

Me hice bruja sólo para encontrarte. Cuando apenas era una niña, al otro lado del país, sabía exactamente dónde estabas. Corría a tu encuentro tanto como podía y era sólo quedarme ahí, esperando a que llegaras. Creí ver tu rostro en muchos otros que demostraron que debía tener paciencia. Renuncié a mi zona de comodidad para estar más cerca de tí y, aún así, no te pude ver. Seguí escapando directo a tí sin reconocerte. Diseñé una vida que, inevitablemente, me llevaría a tus brazos. Fui protegida en ellos y de todas formas tuve que perderme para poderlo ver.

Aún hoy, luego de conocer parte de la historia, apenas logro ubicarte en mis recuerdos pero estoy segura de que eres tú. Lo único que viene a mi mente en este momento es que mi mayor miedo se apoderó de mí, antes de reconocerlo: los seres humanos no somos capaces de ver el amor porque su verdadera magnitud nos llevaría a la muerte. Es la única explicación que puedo darle hoy a nuestra historia.

Si me lo preguntas, no, no se me acelera el corazón cuando pienso en ti. No veo tu rostro y se me borra el pensamiento coherente. Sólo dejo de pensar claramente cuando trato de armar el rompecabezas incoherente y espeluznante que hoy es mi historia contigo.

He tratado de escribirlo cientos de veces y sólo resulta en lo que siento: frases, ideas sueltas sin un hilo conductor sólido. Apenas una premisa vaga que dice que tú y yo alguna vez fuimos uno sólo. Y esa premisa aparece, repetidamente, en boca de todos pero, en mi mente, sigue siendo una idea ajena.

Sé que hace años negué toda la magia en mí, con eso debo haberte negado a ti también. Renuncié a la idea de tu existencia (no sabía que ya estabas allí) y con ello renuncié por completo a mí misma. Con el tiempo mis poderes fueron desapareciendo y conseguí una vida, prestada a medias, que me era fácil vivir.

¿Cómo pretendía yo no implosionar? Lo menos que podía pasar fue lo que pasó: mi cuerpo entero reconocía como extraño cualquier estímulo; lo bueno, lo malo, todo eran ataques para él. Mientras los demás sólo se preguntaban por qué, con mi vida perfecta esto no debía suceder.

No fue difícil para mí darme cuenta de lo que pasaba. De allí venía mi extraña fuerza y tranquilidad en medio de la tormenta. Mientras médicos y familiares se halaban de los cabellos por saber qué estaba mal conmigo, yo sólo sabía que todo iba a estar bien y así fue.

Poco a poco retomé mi vida, muy lentamente, buscando de nuevo ser quien soy. Apenas volví a valerme por mi misma, volviste tú a aparecer en mi vida y volví a olvidarte, a darte la espalda de otras formas y a mantenerte lejos de mi vida hasta el día de hoy, cuando seguramente me lees sin saber que te hablo a ti. Cuando yo misma no termino de entender esta loca y desesperada necesidad de que conozcas mi historia y me ayudes a completarla. Y aquí es cuando me vuelvo cronológica, de acuerdo a mis recuerdos y no al orden de las cosas:

Una noche cualquiera, hace ya varios años, llego a casa del trabajo y me siento al computador a relajarme. Es irónico, 8 horas al día sentada al computador trabajando para llegar a casa y sentarme de nuevo al computador. En ese momento, el mundo virtual era todo lo que tenía para descubrir quién era. Entre facebook y mis juegos tenía todo para recuperarme y evadirme a mi completo antojo.

Esa noche cualquiera apareciste. No sé si entre las sugerencias de amigos o fue tu invitación lo que vi. Lo que sí sé es que lo primero que cruzó mi mente fue ¿Cómo no te había buscado antes? Es difícil explicar la cálida alegría que me invadió en ese momento. Eso lo recuerdo bien, imagino que nos saludamos por esos días y volvimos al anonimato presente que nos permite esa red, pero realemente no lo recuerdo.

Así pasaron meses sin que volviera a pensar en tí, hasta que apareciste en mis sueños. La primera vez, sólo me dio risa. No voy a negar que me sorprendió el realismo del sueño y la locura de lo que allí vivimos (por lo ajeno e irreal). Tampoco negaré que reconocí en el sueño que había algo más (mucho estudié y practiqué con Guille estas cosas): era una observadora presente en mi propia película y, por mucho que lo intenté, no podía despertar por mí misma. Fue mi esposo quien me despertó creyendo que tenía una pesadilla. Así te convertiste en mi secreto. Un secreto sin nombre porque podía verte claramente, sabía quién eras, pero no recordaba tu nombre.

Pasaron los días y el sueño se repitió. Era como volver a experimentar la misma película. Digo experimentar porque, definitivamente, había una realidad aumentada. La luz era más cálida, la grama más fresca. Podía sentir tu olor, la suavidad de mi ropa, la temperatura del viento. No oía tu voz pero verte hablar era como escuchar una canción de cuna en los brazos de mi madre. Todo era como debía ser. La única pieza que no encajaba, para mi lógica, era que fueras tú con quién compartía esa intimidad espiritual, emocional y física. Esta vez no luché, dejé el sueño continuar y desperté.

Al abrir los ojos me sentí descubierta. Mi esposo me miraba, con intenciones de burlarse, y demandaba una explicación. Al parecer, había estado hablando dormida (cosa que no me pasaba desde muchos años antes del ACV) y él pudo armar por sí mismo parte de la historia. Así fue que le conté, igual prefería pensar que todo era producto de mi imaginación, pero el secreto dejó de ser mío. Cuando supe que había dicho tu nombre, lo primero que pensé fue en tu apodo habitual, luego de un rato (con ayuda del facebook) fue que conseguí de nuevo tu apellido.

Él mucho intentó averiguar si tú y yo habíamos tenido algún tipo de historia romántica en el pasado. Cosa que yo negué convencida pero mis respuestas igual me causaban dudas. Recuerdo haberle dicho: ¡Por Dios, si de milagro nos tratábamos! ¡Yo a él lo respeto mucho! “Yo a él (a ti, mi adorado lector) lo respeto mucho”, esa frase aún retumba en mi mente y no entiendo la contradicción.

A los pocos días surgió una conversación sobre sueños con mi mejor amiga. No recuerdo en qué términos pero sé que le dije: - Tengo un sueño loco que contarte. Nos reímos, como en los viejos tiempos, de las locuras de mi mente y pasamos la página para dedicarnos a trabajar. Luego de un rato, se acerca a mi escritorio y me dice: ¿No has considerado buscarlo? ¡Ese sueño debe ser una señal…! – Y yo me río y le digo que yo dejé de creer en señales mucho tiempo atrás. Vuelvo a mi trabajo y ella al suyo por largo rato.

Más adelante, el mismo día y muy sumergida en mi trabajo, me tropiezo con tu nombre. ¡Ahora lo pienso y muero de risa! ¡Pobre chica la que me atendió, con mucha razón pensaría que yo me burlaba de ella! Y es que no pude evitar reirme cuando mencionó tu nombre. Yo llamé preguntando por la señorita X y la pobre chica me dice: ella no se encuentra, quien la puede atender es fulanito de tal (seguido de una carcajada explosiva de mi parte al escuchar tu nombre – casi me ahogo con el café- ) ¿Quiere hablar con él? – Y yo, aún entre risas: ¡Pues claro! (en mi mente, sólo necesitaba hablar con alguien que estuviera a cargo, poco me importaba si era el mismísimo diablo en persona).

Así atiendes mi llamada. Al oir tu voz, y eso lo revivo cada vez que lo recuerdo, una ola de calor recorrió todo mi cuerpo seguido de un escalofrío. Sentí que tu voz me nublaba la mente y a ratos era difícil mantener la conversación. Isa, que me conoce como nadie, vió mi cara y se sentó en mi escritorio sabiendo que pasaba algo. Allí esperó hasta que tú te ausentaste del teléfono y le pude contar. Mis palabras fueron: - ¡Ésta era tú señal! ¡Qué iba a conocer a este tipo, su tocayo! ¡Yo me caso con un hombre que me hable así!- Acto seguido, coloqué el altavoz para que te escuchara brevemente, se sonrió y volvió a su oficina a seguir trabajando mientras yo seguía embelezada por tu voz.

Ya para despedirnos es que, inocentemente, caemos en cuenta de que tú eras tú y yo era yo. Aún me pregunto si durante toda la conversación también pensabas que yo era una extraña cualquiera o si tú sí sabías que era yo. Algún día te lo preguntaré. En ese momento sólo me sorprendió que tuvieras mi nombre tan presente como yo el tuyo y estaba feliz de haber hablado contigo.

En la oficina todos dijeron que me cambió la cara. Realmente, yo sentía la adrenalina recorrer mi torrente sanguíneo. Isabel sólo se burlaba en la distancia: - Te lo dije-, me decía. Y yo, pues negando más las cosas: - Eso era todo, que nos íbamos a encontrar (en medio de millones de coincidencias que iban a terminar por juntarnos tarde o temprano)-.

Pasaron días, meses, no sé cuánto tiempo, hasta que nos vimos y fue como volver a casa. Estaríamos juntos apenas 15 minutos en los que yo sé que no dejé de ver tus ojos. De ese día sólo recuerdo una parte de lo que hablamos:

Tú me dijiste: -¿Qué le pasó a tu cabello?
- (yo exaltada) ¿A mi cabello, tengo 30 Kg de más, cicatrices hasta en el… Un brazo/Frankestein y tú preguntas qué le pasó a mi cabello?
- Fue lo único que noté- me dijiste, con una cara de desconcierto que apenas logro comprender ahora.
Y yo me reí y pienso que mi falta de tacto, definitivamente, puede estar manteniéndonos lejos pero no es intencional, créeme que hoy no lo es. No sé en el pasado, aunque algo me dice que entonces sí lo fue.

Luego quedamos en vernos de nuevo, salir en grupo a tomar unos tragos por los viejos tiempos. Nunca lo hicimos. En su lugar, hablamos unas cuantas veces más por trabajo, otras pocas por placer y ya cada quien siguió su vida una vez más.

Ahora mi vida es más mía y yo soy más yo, al menos más la que tú conociste. Aún temo recuperar algunas cosas pero al menos las acepto como inevitables. Entonces volviste a aparecer en mis sueños. Sí, esos sueños vívidos que te dejan sensaciones físicas al despertar. Y pienso en ellos y siento a Guille decirme: - Seguramente a él le pasa igual-. Y le comento a mis brujas más cercanas y todas coinciden: - Con tú energía, seguramente a él le pasa igual-.

Definitivamente, “la curiosidad mató al gato”. Moría por saber si estabas pasando lo mismo. Puedo decir que gran parte de mi interés era científico: parte por la posibilidad de los sueños compartidos, parte por saber qué tanto nos une para compartir algo así. Pero otra premisa se repite en mi mente una y otra vez: “yo a él lo respeto mucho”; y eso me causa tanto terror que prefiero mantenerme lejos, esconderme entre las ramas y volverme la sombra que pensé que eras en mi vida mientras logro descifrar qué es lo que pasa.

Hoy, las cosas siguen confusas pero al menos tengo más datos. Cada día descubro y aprendo un poco más sobre nosotros, aunque sigo sin poder recordar. Me he vuelto toda una documentalista de mi propia vida para saber quién eres tú. Poco a poco he ido visitando a viejos amigos, escuchando sus historias de mí y recuperando datos sobre ti.

Así logré comprender que te saqué de mi memoria aún antes del accidente. Todavía desconozco la razón. Lo sé porque durante los primeros años era más fácil recordar cosas. Podía ser que me preguntaran algo que no recordaba pero con el más mínimo dato podía rememorar absolutamente todos los detalles que me correspondían. No pasó así contigo.

Fíjate qué irónico. Hace unos días, hablando contigo, recordé que había olvidado esto: Apenas volví a mi trabajo luego del largo reposo. Habían caras nuevas en la oficina. Entre ellos, un chico con el que hice muy buenas migas. Era amigo de mis amigas y teníamos otros tantos amigos en común fuera de la oficina, aunque ninguno de los dos los frecuentaba. En calidad de confesión, puedo decirte que ese chico me habría podido enamorar si yo no hubiera estado comprometida para ese entonces.

Lo cierto es que, de vez en cuando, pasábamos mucho tiempo juntos y hablábamos de casi cualquier cosa. Más de esos amigos en común. Él muchas veces me preguntó si yo te conocía, al parecer ustedes eran muy amigos. Claro, otra de las chicas sabía que yo te conocía y entre ambos trataban de hacerme recordarte sin el menor éxito. Incluso recuerdo que él se ponía bravísimo conmigo porque yo no podía recordarte, peleaba conmigo por lo que él llamaba “memoria selectiva” y me perdía la paciencia con mucha frecuencia cuando hablábamos de tí. Sigo sin entender el por qué de la selección pero ahora creo que él sí tuvo y tiene razón.

Ella le dijo en algún momento: - Sí se conocen pero ella no se acuerda, ya déjalo así - Pero él no se quedó tranquilo. Un día me dijo que te había preguntado a tí por mí y tú sí me recordabas. Es todo lo que recuerdo. No sé si le contaste cosas de nosotros que luego él me contó. Sé que me dijo eso y sé que me quedé pensando, supongo que lo comenté con mi esposo en mi afán de recordar. Pasaron varios días antes de que yo pudiera decirle: – ¡Hey! ¡Claro que sí, ya sé quién es!

Aún hoy sigo sin saber realmente quién fuiste o quien eres en mi vida. A juicio de muchas fuentes que nos conocen a ambos, fuimos amigos muy cercanos. Con decirte que hay quienes piensan que fuimos más que amigos. En ese contexto no me extraña que, yo bruja y tú vampiro, sigamos compartiendo un fragmento de conciencia a pesar del tiempo y la distancia.

Anoche sé que volví a soñar contigo, también sé que fue otro sueño compartido aunque no lo puedo recordar. Hay pocas certezas en mi vida, con respecto a ti, en este momento. Pero lo que está más claro de todo es que has sido el canal para que yo recupere la magia en mí. Eso te lo agradezco sin condiciones y en nombre de lo mucho que te respeto. De resto, sólo queda esperar. Yo sé que este es el camino.

El tiempo siempre termina por traer las respuestas que buscamos (esperamos) aunque éstas lleguen cuando no estamos en casa…
(*) parafraseando a Alejandro Dumás

No hay comentarios:

Publicar un comentario