¿Tres veces en la vida???
¿Es posible???
Aún recuerdo sensaciones de la primera vez que te ví... Yo
en mi disfraz, tú en el tuyo (que aún no te quitas). Ambos orgullosos de ser
quien éramos, sin saberlo realmente. Convencidos de poder convencer al resto
del planeta
Ambos estuvimos hundidos en un profundo mar de gente que nos
arrastraba en sus mareas y ambos decidimos aferrarnos a la misma tabla. Creamos
un universo entero para nosotros dos, donde todos los demás eran mariposas
revoloteando a nuestro alrededor. Sí, esta es mi percepción (tanto idílica como
realista) y es que resulta que no necesito preguntarte cuál fue la tuya.
Está bien, sé que suena un poco egocéntrico de mi parte tal
afirmación pero no veo razones ni motivos para desmerecer esa noche que,
definitivamente, cambió mucho de nuestras vidas. Además, la historia en sí
habla por si sola. Si no, no estaríamos aquí hoy y tú no estuvieras leyendo y
atesorando todas y cada una de mis palabras como sólo tú sabes hacerlo.
Soy la responsable de este muerto y eso no me lo quita
nadie. Puede que te ponga caritas y me quiera hacer la desentendida pero si hoy
estamos aquí, ha sido por mí. Dos veces, jejejeje (risa de niña traviesa). Esa
noche abrió un mundo de posibilidades para mí y me negué a creer que tenía que
conformarme sólo con ese momento en toda la eternidad. Era otro mundo, otro
país el que vivíamos entonces y no me importó jugar a la detective hasta
encontrarte de nuevo, hasta asegurarme que estarías en mi vida tanto como yo
quisiera.
Con eso aseguré el inicio de los que han sido los 3 años (tu
cuenta está medio chucuta) más importantes de mi vida. Jugando a ser una
princesa de cuento, rescatada por el caballero armado con caballo y todo (que
está disfrazado de dragón). Sin darme que cuenta de que nos rescatábamos los
dos.
Sólo en ese universo paralelo logramos encontrar la verdad
de nuestro ser. Yo nunca he sido tan "yo" como esas tardes de visita
y paseo y sé que a ti te ha pasado igual. Nunca lo dijimos pero era evidente
que era el único espacio en el que ninguno necesitaba fingir ni aparentar.
Ambos hacíamos concesiones, aparentemente, a favor del otro pero en realidad
nos permitíamos seguir un camino que añorábamos pero temíamos.
Juntos, realmente fuimos uno. Anhelos, carencias, todo era
igual. Yo jugaba a dejarme salvar por ti, mientras jugaba a salvarte. No
importó ni el tiempo ni la distancia para que ambos fuéramos las mejores
personas que hemos podido ser en esta vida.
Era un mundo idílico en el que sobraban hasta las palabras. ¡Lástima
que no hayamos sabido conservarlo! Cuando pienso en que ese universo terminó,
es que confirmo que los seres humanos no estamos preparados para comprender y
vivir el amor. El amor que yo entiendo es sublime, todopoderoso como el amor de
Dios, como el amor de una madre. Nada que ver con la mezquina lucha de poderes
a la que nos sometemos día a día, manipulando cada acto bajo una fachada de
confianza, respeto o solidaridad.
Recuerdo mucho cuanto me decías que lo único que querías en
tu vida era emular la vida de tus padres. La entrega de tu padre (QEPD) a tu
madre, a tu hermano y a ti. Vivir la fotografía familiar perfecta cada día de
tu vida. Pero la realidad es otra. No es que no sea posible, es que es un hueso
duro de roer. Más cuando tu pareja se convierte en un peso muerto o un enemigo
interno en pleno proceso. El preámbulo a una batalla campal de soberbias que
acaban, inevitablemente, con la implosión del universo propio y compartido.
Mucho me decías: "Si amas algo, déjalo libre. Si vuelve
a ti, es tuyo. Si no, nunca lo fue". Esa fue tu premisa para mí durante
esos 3 años y una de las mayores verdades que conozco. Así pasó el tiempo hasta
que un día me viste tocar la puerta de tu casa.
Perdida y desorientada por dentro, cuestionando todos mis
principios, valores y sueños, volví al único lugar seguro en la Tierra. Al
refugio que me brinda el único loco en este planeta que es tan bobo como yo
para soñar y para creer. A la estabilidad y a la seguridad de la mano amiga de
tu madre, quien siempre ha estado ahí para mí, como si fuera una hija más. A lo
conocido, a lo una vez amado.
En ese momento no pude quedarme por mucho tiempo. No
aguantaba engañarlos tanto. Me pesaba el rol de la princesa salvadora cuando
estaba hundida en lo más profundo del lodo. No era una buena persona y no tenía
derecho a dañar toda esa pureza con mi maldad. Entonces hice lo que la mayoría
de los mortales: huí tan lejos como pude para perderme en mi miseria. A lo
mejor te protegía otra vez.
Por eso, ahora, renacida de las cenizas como el Ave Fénix y
valiéndome de la nueva era tecnológica, no me importó poner de nuevo el mundo
de cabeza para encontrarte. Ya ves por qué Bruja_Real. Aquí estamos. No me sorprende
que no me hayas recordado a la primera. De hecho, no me hubiera sorprendido que
no me recordaras para nada. Una de las pocas cosas que he aprendido es que el
ser humano no sólo puede bloquear lo malo de su recuerdo, también lo bueno. Es
como si nos protegiéramos al mantenernos en el promedio, ni muy bueno ni muy
malo, para salvarnos de dudas y comparaciones inevitables.
Tal vez lo único que me sorprende es que no entiendas por
qué te conozco tan bien. ¡Somos caimanes del mismo charco, pequeño! Cada uno
con su disfraz, pero exactamente iguales al final de la noche en la realidad o
en la fantasía (Sí, lo confieso. Tampoco pude dormir, pensando) Fíjate, te pedí
tiempo porque no sabía qué decir y ahora estás obligado a leer esta biblia de
un testamento mucho más nuevo y privado.
Por eso, no se cuántos, tal vez 10 años después de la última
vez que nos vimos, no necesito que me digas quien eres ¡Eso lo llevo tatuado en
sangre! Mucho te digo que ahora hemos cambiado y somos personas diferentes pero
sólo en el disfraz. En todo caso quisiera saber ¿Quién aparentas ser? O ¿Quién
quieres que el mundo crea que eres? Porque a mi no me engañas.
Una vez te comenté de un libro: "Puente al
Infinito". Allí, en el prólogo, su autor dice algo así como que en nuestra
era los caballeros y princesas se han empeñado tanto en aparentar ser otra cosa
que se perdieron de sí mismos. Que han colocado muros y barreras para
protegerse y lo único que han logrado ha sido aislarse. Hay algo que es cierto:
aislados no vamos a conseguir el amor.
En el mundo que yo comprendo, la única manera de conseguir
el amor es derrumbando a plomo todas esas murallas internas y externas.
Hacernos vulnerables para permitirle que nos tome. En el amor, es él quien
manda. Mientras quieras hacer tu voluntad, forzarlo, domarlo, sólo estarás
viviendo espejismos que lo único que dejan es mal sabor de boca.
De allí que mi mayor amor nunca haya sido mi novio. Por
convicción y cuando aun no sabía nada de la vida. Las cosas tan grandes y puras
y no merecen ser ensuciadas por la mano humana. ¿Para qué dejar que nuestros
defectos las empañen y conviertan en una masa amorfa en el recuerdo?
Para vivir el amor hay que entregarse. Volcarse hacia lo
amado y disfrutarlo en su plenitud. En sus carencias. En sus virtudes y en sus
defectos. Abrirse por completo y fusionarse hasta que no hayan límites
definidos. Permitirle a su euforia tomarnos hasta embriagarnos por completo
(sí, es la mejor droga), sabiendo que así como nos hace felices, así nos duele.
Y cuando duele, disfrutar también de ese dolor.
Esa tristeza en tus ojos, muy seguramente, ha de ser el
caballero de armadura con caballo y todo, luchando por liberarse de ese oscuro
calabozo que le has hecho. Hay que vivir el amor. Dejarlo que nos tome y nos
deje a su antojo para seguir adelante una y otra vez.
Por eso te digo que un roquero no cree en el amor. Que un
roquero no dice que es vulnerable. Que un roquero no sueña una familia. Que un
roquero, definitivamente, ¡no se tatúa un corazón!
Es todo lo que te puedo decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario