domingo, 11 de marzo de 2012

Mi verdad 1.0

Si no es así, jamás voy a escribirte todo lo que me he callado. Debo hacerlo por partes para no incomodarte ni incomodarme.

Como te decía... Extraño mucho estar contigo, la manera en que nos hablábamos y escuchábamos nuestros más íntimos pensamientos. La confianza y el sentido de pertenencia que aún nos tenemos aunque ya jamás vuelva a verme reflejada en tus ojos y me permita perderme en ese lago oscuro de tu ser.

En algo tienes razón: nunca hice nada por ti. Tal vez esa sea la razón por la cual no te tengo a mi lado en esta tarde fria con viento de lluvia.

Fueron 6 años en los que cada paso que dí fue por una sola razón: Mis convicciones acerca de tí. Sabes que siempre me he pintado ante el mundo como una mujer moderna, independiente y casi sin sentimientos. A veces peco de fría y calculadora. Hay quienes dicen que soy un macho en cuerpo de mujer. Siempre pregoné no querer casarme, no querer hijos, no querer familia. No querer el vestido blanco con el que todas las mujeres sueñan. No soñar con el principe azul que viene rescatarme y siempre hacer los planes en función de una: YO.Hasta que tú entraste a mi vida.

Mucho tiempo fue el que pasé tratando de convencerme a mí misma que no eras importante. Que sólo era una relación transitoria y que nunca iba a pasar a mayores. Pero me mentí, no sabes cuánto duele descubrir una mentira, menos de alguien a quien amas, menos una mentira a ti mismo. Hoy me obligo a ser sincera, por mi, por ti y por las personas que hoy nos acompañan.

De aquí en adelante y no sé en cuantos capítulos, me voy a permitir relatarte mi versión de los hechos. Con la esperanza de que esto sirva para que cada quien se desprenda de lo que aún arrastra y siga su camino hacia adelante. Aunque a golpes ya lo hemos seguido.

¿Sabes? Esa tarde, escondidos en aquella minúscula y sórdida oficina, me leiste el pensamiento. Cuando dijiste: Eres la mujer que he buscado y no pienso dejarte ir. Eran mis pensamientos reflejados en ti. Más allá de toda lógica y razón, aún cuando ni siquiera nuestros labios se habían rozado... ¡Yo ya lo sabía! ¡No debía dejarte ir!

Ese mismo día nos prometí que tu palabra valdría para mí más que la mía. Me hice ciega y por Dios, me entregué en cuerpo y alma. Tanto, que aún hoy, casi dos años después, no he sabido recuperarme.

Lo siento, no puedo seguir escribiendo. Ya he llorado mucho desde que te ví. He llorado por la nostalgia del recuerdo y por sentir que todo el futuro es triste y vacio...

Hoy siento que la vida es una gran mentira...

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