Si no es así, jamás voy a escribirte todo lo que me he
callado. Debo hacerlo por partes para no incomodarte ni incomodarme.
Como te decía... Extraño mucho estar contigo, la manera en
que nos hablábamos y escuchábamos nuestros más íntimos pensamientos. La
confianza y el sentido de pertenencia que aún nos tenemos aunque ya jamás
vuelva a verme reflejada en tus ojos y me permita perderme en ese lago oscuro
de tu ser.
En algo tienes razón: nunca hice nada por ti. Tal vez esa
sea la razón por la cual no te tengo a mi lado en esta tarde fria con viento de
lluvia.
Fueron 6 años en los que cada paso que dí fue por una sola
razón: Mis convicciones acerca de tí. Sabes que siempre me he pintado ante el
mundo como una mujer moderna, independiente y casi sin sentimientos. A veces
peco de fría y calculadora. Hay quienes dicen que soy un macho en cuerpo de mujer.
Siempre pregoné no querer casarme, no querer hijos, no querer familia. No
querer el vestido blanco con el que todas las mujeres sueñan. No soñar con el
principe azul que viene rescatarme y siempre hacer los planes en función de
una: YO.Hasta que tú entraste a mi vida.
Mucho tiempo fue el que pasé tratando de convencerme a mí
misma que no eras importante. Que sólo era una relación transitoria y que nunca
iba a pasar a mayores. Pero me mentí, no sabes cuánto duele descubrir una
mentira, menos de alguien a quien amas, menos una mentira a ti mismo. Hoy me
obligo a ser sincera, por mi, por ti y por las personas que hoy nos acompañan.
De aquí en adelante y no sé en cuantos capítulos, me voy a
permitir relatarte mi versión de los hechos. Con la esperanza de que esto sirva
para que cada quien se desprenda de lo que aún arrastra y siga su camino hacia
adelante. Aunque a golpes ya lo hemos seguido.
¿Sabes? Esa tarde, escondidos en aquella minúscula y sórdida
oficina, me leiste el pensamiento. Cuando dijiste: Eres la mujer que he buscado
y no pienso dejarte ir. Eran mis pensamientos reflejados en ti. Más allá de
toda lógica y razón, aún cuando ni siquiera nuestros labios se habían rozado...
¡Yo ya lo sabía! ¡No debía dejarte ir!
Ese mismo día nos prometí que tu palabra valdría para mí más
que la mía. Me hice ciega y por Dios, me entregué en cuerpo y alma. Tanto, que
aún hoy, casi dos años después, no he sabido recuperarme.
Lo siento, no puedo seguir escribiendo. Ya he llorado mucho
desde que te ví. He llorado por la nostalgia del recuerdo y por sentir que todo
el futuro es triste y vacio...
Hoy siento que la vida es una gran mentira...
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