martes, 26 de junio de 2012

Falta tanto y tan poco...

He pensado tanto en volver a escribirte. Han sido tantas cosas las que han pasado por mi mente en estos días de profunda lejanía… ¡Que no sabría por dónde comenzar!

¡Falta tanto para vernos! No puedo contar el tiempo que deberé esperar antes de verme de nuevo brillar en tu mirada. Antes que tu dulce voz me arrulle cada noche. Antes de tenerte de nuevo para mi.

Sé que un día despertaré y estarás allí. Ese día, la agonía de esta espera habrá dado sus frutos y me entregaré a ti en cuerpo y alma, como tanto lo ansío. ¡Ese será un día sin noche! Porque al dejarme llevar por el tenue resplandor de la luna, desaparecerás tal vez para siempre. ¡Como debe ser!

Aquí todo está racionalizado, intelectualizado. Sí, me dejo llevar tan lejos como puedo por esta fuerza que nos unió a través del tiempo y a lo largo de un país y que nos mantiene unidos en este presente robado. Pero sé que es todo lo que hay: recuerdos de un camino que no caminamos juntos y un deseo desmedido por escribir una historia que no tiene principio ni final porque nunca habrá de existir.

Sin embargo, yo que nunca pude ver más allá de la mañana siguiente, no puedo evitar sentirte en mi futuro. Cierro los ojos tratando de verme tan lejos como es posible -en otro mundo, con otra gente-, y allí estás tú: a mi lado, llenándolo todo con tu presencia. Puede ser que dejé de creer. Puede ser que el universo entero me está dando señales y no las quiero ver porque para eso tendría que creer. Pero hay algo que es cierto: es más fácil vivir así.

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